Parece que Pinochet está grave. A estas alturas a mí ya me da igual que viva o muera. El daño ya está hecho. Aunque me carcome la rabia, de leer, saber, escuchar las barbaridades que se cometieron en su golpe de estado, en la dictadura, los más de 2500 desaparecidos, las torturas, las ejecuciones, las miles y miles de muertes que hubieron por querer libertad. La democracia truncada. Más allá del gobierno legítimo de Allende. La voluntad de la gente. Todo.

Me gustaría que fuera cómo un cuento de Benedetti, en el que un exgeneral (uruguayo en ese caso) empieza a ser visitado por alguien que el no recuerda, uno de los desaparecidos. El cuento es divino. La realidad no lo es La represión, los 70, los 80 en América Latina, el hoy en tantos lugares. Los intentos de juicio frustrado. La burla mundial. El viejo Pinochet se muere. ¿Los vera uno a uno? ¿Eso nos consuela?

Que aprendamos algo de tanto dolor por una justicia que aún está por conseguir.

Que no olvidemos,

que no repitamos.

Que no lo permitamos más.

Pablo Neruda

Canto general – XII

Sube a nacer conmigo, hermano.

Dame la mano desde la profunda

zona de tu dolor diseminado.

No volverás del fondo de las rocas.

No volverás del tiempo subterráneo.

No volverá tu voz endurecida.

No volverán tus ojos taladrados.

Mírame desde el fondo de la tierra,

labrador, tejedor, pastor callado:

domador de guanacos tutelares:

albañil del andamio desafiado:

aguador de las lágrimas andinas:

joyero de los dedos machacados:

agricultor temblando en la semilla:

alfarero en tu greda derramado:

traed a la copa de esta nueva vida

vuestros viejos dolores enterrados.

Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,

decidme: aquí fui castigado,

porque la joya no brilló o la tierra

no entregó a tiempo la piedra o el grano:

señaladme la piedra en que caísteis

y la madera en que os crucificaron,

encendedme los viejos pedernales,

las viejas lámparas, los látigos pegados

a través de los siglos en las llagas

y las hachas de brillo ensangrentado.

Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.

A través de la tierra juntad todos

los silenciosos labios derramados

y desde el fondo habladme toda esta larga noche,

como si yo estuviera con vosotros anclado,

contadme todo, cadena a cadena,

eslabón a eslabón, y paso a paso,

afilad los cuchillos que guardasteis,

ponedlos en mi pecho y en mi mano,

como un río de rayos amarillos,

como un río de tigres enterrados,

y dejadme llorar, horas, días, años,

edades ciegas, siglos estelares.

Dadme el silencio, el agua, la esperanza.

Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.

Apagadme los cuerpos como imanes.

Acudid a mis venas y a mi boca.

Hablad por mis palabras y mi sangre.